La cuna y el destino
¿Cuál debería ser nuestra postura ante las diferencias de oportunidades que existen en los distintos sectores de la sociedad?
Cuando se discuten los principios filosóficos del liberalismo, existe una noción generalizada de que además de defender ideas como la libertad del individuo, la igualdad ante la ley, la democracia y la tolerancia, el liberalismo debería buscar “emparejar la cancha”. Según esta mirada, un sector importante de la población carecería de los medios necesarios para llevar a cabo libremente su plan de vida.
Evopoli es quizás el sector que mejor representa esta postura en Chile. Por un lado, se declaran férreos defensores de las libertades individuales, pero también sostienen que el estado tiene la responsabilidad insoslayable de “poner a los niños primeros en la fila” con el objetivo de reducir las brechas de oportunidades.
En su reciente libro La derecha liberal sí existe, Hernán Larraín detalla los principios que, bajo su mirada y la de Evopoli, definen una doctrina liberal integral. Vale la pena detenerse en el siguiente fragmento:
“En un sentido social, [un liberalismo integral] implica generar las condiciones sociales para que la cuna no determine el destino de las personas”
¡Buenas noticias! El objetivo entonces está cumplido. Es cierto que los individuos crecen en contextos muy dispares, y que muchos de ellos tienen el panorama cuesta arriba simplemente por haber nacido en una situación precaria, pero eso no implica una barrera insuperable. Exceptuando casos de enfermedades u otras condiciones irreversibles, toda persona tiene su futuro abierto y está siempre a unas pocas decisiones acertadas de cumplir sus objetivos. Basta pensar en los casos de Arturo Vidal o Mon Laferte: la cuna ciertamente no determinó sus destinos.
Cualquiera que escucha este argumento responde invariablemente con espanto o indignación. ¿Acaso vamos a negar que las brechas socioeconómicas están correlacionadas con las diferencias en la cuna? Por supuesto que no. Los indicadores son elocuentes y muestran una realidad inaceptable. Pero si queremos ser rigurosos debemos aceptar que estos indicadores no son más que herramientas estadísticas, por lo que toda política liberal que se precie de serlo no puede pretender sacrificar libertades individuales con el mero fin de conseguir mejores números.
Así, por ejemplo, en lugar de invertir el dinero de todos para mejorar estadísticamente los resultados del sistema educativo, la propuesta liberal debería poner el foco en problemas concretos como el narcotráfico y la violencia intrafamiliar. Estos son problemas tangibles e intolerables que ocurren periódicamente en los sectores más vulnerables del país y que destruyen la vida de niños de carne y hueso.
Un proyecto liberal coherente, que considere a los individuos como fines en sí mismos, está obligado a enfocarse siempre en corregir abusos concretos y descartar el plan estadístico de conseguir “igualdad de oportunidades”, lo que sea que eso signifique.