Principios
Los defensores de las libertades individuales suelen cometer el error de argumentar su postura en base a indicadores que muestran los beneficios del laissez-faire por sobre el colectivismo. Esta estrategia sufre de dos problemas. Primero, aquello que funcionó en el pasado no tiene por qué volver a funcionar en el futuro. Los colectivistas tienen razón cuando dicen que los problemas que vemos hoy en día no tienen precedente, y que las soluciones que ensayemos deben ser nuevas.
Segundo, sin una buena explicación que conecte aquellos indicadores favorables con las ideas del liberalismo clásico, los colectivistas siempre pueden reclamar que en realidad esos resultados fueron posibles solo gracias a la acción colectiva y la intervención estatal.
Así, la defensa de la libertad debe construirse sobre principios morales, de manera que podamos rechazar el colectivismo no por los paupérrimos resultados que consigue, sino porque limitar la libertad de los individuos es atentar contra aquello que nos hace humanos.
Los principios que guían las ideas de esta publicación son tres: falibilismo, individualismo y una perspectiva anti-revolucionaria.
Falibilismo: La realidad es objetiva y podemos estudiarla racionalmente, pero nuestro conocimiento es siempre imperfecto.
Individualismo: El progreso depende de la creatividad de los individuos, y la creatividad requiere libertad.
Perspectiva anti-revolucionaria: Las instituciones guardan conocimiento colectivo que no entendemos del todo, por lo que toda revolución supone la destrucción de mucho conocimiento.